24 de enero de 2009

LA AMISTAD SEGÚN BERGMAN



(Para Nat y Carina, por su honestidad brutal)

La amistad es, como el amor, extremadamente sagaz. La esencia de la amistad está hecha de franqueza, de pasión por la verdad. Es algo liberador ver el rostro del amigo o escuchar su voz al teléfono contando precisamente lo más trascendente y penoso de contar. O también ocurre que el amigo se oye así mismo confesando lo que apenas se atreve a pensar. La amistad tiene a menudo rasgos de sensualidad. La silueta del amigo, su cara, ojos, labios, voz, movimientos, acento, están grabados en tu inconsciente, constituyen un código secreto que te hace que te abras en confianza y solidaridad.

Una relación amorosa estalla en conflictos, es algo inevitable. La amistad es más refinada, no tiene tanta necesidad de tumultos y depuraciones. Hay ocasiones en que la gravilla entorpece las delicadas superficies de contacto y eso causa dolor y dificultades. Yo pienso entonces: ¡maldita la falta que me hace semejante idiota! Pasa algún tiempo y el malestar se manifiesta de un modo o de otro, palpablemente a veces, con discreción las más.

“Voy a dar señales de vida, esto no puede seguir así, hay que cuidar los tesoros”. Y despejamos la atmósfera, la limpiamos, la restauramos.

El resultado es incierto: mejor, peor o como antes. No puede saberse. La amistad no está sujeta a juramentos ni a promesas, como no lo está al tiempo ni al espacio. La amistad no exige nada, salvo una cosa: sinceridad. Es su única exigencia, pero es difícil.