31 de diciembre de 2007

UN POEMA OPTIMISTA PARA TERMINAR EL AÑO

Vivir como un sino, vida,
tu porfía en volverme la espalda,
sería acatar la derrota
cuando hay todavía vigor
en mis brazos
y empujan las miradas de los amigos
y algunas partidas merecen jugarse
y el dorado de una piel joven infunde la sed
y las voces de los libros abren
y encanta la luna entre nubes bogando.

Lo otro, lo que falta -porque
se fue o nunca estuvo-
lo que algunas noches
florece en lágrimas, aunque pesa,
no debería ser hoy pretexto
para abandonarse a la queja.

20 de diciembre de 2007

BÁRBARA BELLOC



De Espantasuegras:

3

Hossana:
Oculto osario

Apenas se puede mover el viejo, está hecho concha: todo blanquito y calcáreo, quietecito en el fondo de la residencia Egeo, sin una perla en la boca ni una moneda en los bolsillos, con los huesos ensanchados como una mantarraya y un abanico estático en la mano aun más estática. Está esperando la visita, mudo, tieso; un bailarín congelado en el aire en pleno salto y sometido de inmediato a rayos X cuyos efectos lo convierten en la idea de un muerto capturada en la fugacidad del movimiento, cuando comienzan a caer al suelo las costillas, las dos rótulas, el fémur, el sacro. Es una víctima nuclear, todo él digno de relicario; esperando el más allá como quien espera un barco que zarpó recién, como quien espera cura, o amor de parte de quien no ama. Parece un aljibe. Parece una fuente de agua sin agua, de piedra. Pero el viejo escucha todo, pero no lo que pasa: escucha el río que corre y los grillos de madera, la burbuja de la valva que sube a superficie, el crujido de la piel de la serpiente.

(recuerdo de la rambla)


Italo Svevo: Senilitá.
a L., desertora.




Que nuestras pupilas ya nunca alberguen la imagen de alguien, parece improbable en una ciudad tan indigente de recovecos como esta. Sucede, sin embargo, que los nombres resbalen de las agendas y se ahoguen las voces en el olvido y la algarabía de unas llaves nos deje de este lado para siempre. Seres amados o apenas vislumbrados que, como por un pase de magia, se esfuman sin dejar siquiera una estela tras de sí. Pero también, que aun en el vértigo de la ausencia algo perdure, asfixiante. Algo que acaso sólo encuentre salida en los poemas escritos a esos, los sigilosos desertores de nuestras vidas.