27 de noviembre de 2006

Y ENTONCES LA MINA LE DICE...

A través de los años, mil veces dijimos u oímos estas palabras mientras contábamos o nos contaban una peli. En la oscuridad de los cines, en el calor de las siestas frente al televisor, hemos visto películas, algunas de cuyas imágenes están (frase nunca dicha) “grabadas a fuego en nuestras retinas”: Rambo con más costuras que una colcha vieja; Woody y Diane sentaditos en un banco contra un fondo de postal de Manhattan; Olmedo y Porcel, encelados, correteando a Moria y a Susana; Briggite celebrando su creación; Marisa, la pobre Marisa, incapaz de quitarse sus botines; Camila y Ladislao besándose “acaloradamente” (muy acaloradamente para mis trece años) en un carruaje que los aleja de la ciudad... Imágenes, imágenes, imágenes... Pero ¿y las palabras? ¿no es el cine, después de todo, una combinación de ambas? Y, por más que lo intento, las palabras, las que se corresponden con estas imágenes, resbalan, no llegan.




No obstante, en un esfuerzo de mi memoria, traigo, recupero un par de diálogos que ni siquiera sé si son exactos. Es más, diría que no lo son, porque ya se sabe: “la memoria es modificación...”





Ahí van:




Película: El objeto de mi afecto. Hacia el final Jennifer Aniston hermosamente triste y desgarrada le dice al muchacho del que está enamorada y que, para variar, no la ama (y bue... Jennifer ¡ya vendrán tiempos –tipos- mejores!): “Josh, quisiera poder verte y no sentirme tan dolida” (esto en el subtitulado, y les aconsejaría, queridos lectores, que se conformen, porque si esperan algo de mi muy macarrónico inglés, van muertos)





Luego recuerdo a una Kika excitada, fuera de sí, buscando algo (¿alguna claridad en su vida?), que intima al hombre con quien vive, y que por momentos roza el autismo (cualquiera lo rozaría frente a la cháchara de esa mujer), a hablar. El diálogo es más o menos el siguiente: (ya se sabe que el sonido defectuoso de nuestros cines no obligó durante años a adivinar lo que los actores, especialmente los españoles, decían)





Kika: -Ramón tenemos que hablar
Ramón: -¿Y de qué quieres que hablemos Kika?
Kika: -De ti y de mí, Ramón, ¿de qué va a ser? ¿de Sarajevo y de Somalia y de toda esa parte de por ahí?... de ti y de mí, Ramón.






Y ahora, el propósito del post: que compartan conmigo aquellas palabras que el cine les regaló, y que por alguna razón, la que fuere, calaron hondo en sus corazones (y ya está visto: hoy, soy el reservorio de los lugares comunes).





Bonus track: de regalito, un parlamento que mi amiga Lorena y yo nos repetíamos machaconamente allá lejos y hace tiempo y que, ahora que la recuerdo (a la frase), la extraño (a mi amiga). Es de, la también española, Amantes y se la profiere una susurrante Victoria Abril a un atribulado Jorge Sanz: “-Mátala Paco, mátala...”

21 de noviembre de 2006

AJUSTE DE CUENTAS

Diría que tengo vagamente ganas de morir.
Marguerite Duras



Quince años, apenas quince, y ya el peso de la vida ha comenzado a doblegarlo. La caída de Dios abrió en el cielo una herida vertiginosa hasta la náusea, que durante un tiempo aún no será suturada por los libros; en la novedad de su cuerpo ha florecido un deseo nocturno, asfixiante.

(En el centro de la imagen un polvo amarillo; un polvo que se guarda en lo alto de un armario, fuera del alcance de los niños)

Es en lo más inmóvil de una siesta del verano de sus quince años, cuando sobre él se despeña el ansia de no resistir, de abandonar, abandonarse, emprender la fuga que dejara atrás al cuerpo. Esta sensación que hoy se estrena, será luego, invariablemente, trueno o relámpago en el centro de sus tormentas personales.

(El mismo polvo, que según dicen, usó la chica aquella, la del colegio, el otro verano)

Sin embargo, el acontecimiento no se consuma. Es que adherida a esta impresión aparece otra: el miedo. Un miedo que corre frío por la espalda, que desquicia los dientes; y que desde ese instante, y tal vez para siempre, sea el vencedor de todas sus batallas.

(Ese polvo amarillo, intacto, ligado a mi vida)

13 de noviembre de 2006

DE LA PRESENCIA DE SECTAS EN MARICOLANDIA

“Apurad, que el sol nos dice
que llegó el final
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual”

J. M. Serrat. Fiesta

La situación es, más o menos, la siguiente: todo el arco de la humana fauna de esta ciudad de provincias, que en su versión heterosexual se disemina en multitud de boliches (los negros acá, acullá los rockeros, aquí - y sin vestimentas deportivas- los viejos, los modernos más allá), en su segmento gay, se concentra en un solo lugar. Es así que, y como muestra de que en Mendoza hay locas de todas las clases (sociales), vemos varias sectas apilarse en el angosto espacio de un local bailable con nombre pretendidamente glamoroso: “Queen”.

Sin embargo, esta convivencia nada significa; o sí, quiere decir que estas personas que por un rato se codean, respiran idéntico aire, usan el mismo mingitorio, en la mayoría de los casos preservan las diferencias del afuera (“la zorra pobre al portal / la zorra rica al rosal“)¿La prueba? Grupos que, como hermanitos cuya madre les hubiera prohibido separarse, deambulan provocando en el espectador la impresión de rebaños de distintas especies en un mismo corral.

Encontramos entonces, la secta de las “latinas-de-bamboleantes-caderas”, émulas de las Thalías y las Paulinas, cuando no de las Shakiras; que cumple un rol similar al del tío alegre de los casamientos: levantar la fiesta.

El segundo grupo es el de los “Gregorys boys”: prolijamente encamisados, bienolientes, bienhablados, bienmovilizados; en fin, chicos bien, que desde la distancia de su champán o su vino espumante de primera marca, miran a la plebe al tiempo que fruncen la nariz (mueca heredada, acaso, de sus muy finas mamis), niños-hombres que de tanto en tanto se permiten el gesto ancestral de los machos de su clase: ceder a la tentación de una proletaria piel joven, gesto que, acentúa la distancia que los separa de sus oscuros (aún más oscuros en la tiniebla del Chucky) objetos de deseo.

El tercer grupete, el de la chicas, si brilla lo hace por su ausencia. Pues entre tanta testosterona, se pregunta uno dónde quedaron las discípulas de Safo, o qué temible Platón las excluyó de esta republi-Keta de la “diversidad”. Y fastidia constatar el renovado vigor de la sentencia “divide y reinarás”.

Y en medio de estos y aquellos: los que no pertenecen a ninguna de las hermandades, parias que, oscilan entre una pose rígida, exageradamente masculina y otra, alud de plumas y de strass, infundidas por los ocasionales acompañantes. Grupo este, sin identidad visible, apéndice tal vez, de la muy desdibujada clase media “del mundo real”.


En fin, dónde quedó la Fiesta de la que habla Serrat, la fiesta de pueblo en la que “el prohombre y el villano/ bailan y se dan la mano/ sin importarles la facha”, no se sabe. Yo no lo sé. Pues si hay algo que en la “maricoteca” importa es, precisamente, la facha.

6 de noviembre de 2006

POSTALES ESCOLARES I

Alumno: -(a un compañero)... sabías que los gatos ladran, ¿no?
Profesor:- (con tono profesoral) no, Matías, los gatos no ladran, los gatos maúllan!
Alumno: - Profe, Ud dice eso porque no escuchó cantar a Nazarena en lo de Tinelli!
Profesor:- Sí, la oí. Y tenés razón Matías: esos gatos…también ladran.

1 de noviembre de 2006

TECNOLOGÍAS

Durante siglos para aniquilar al enemigo era imprescindible entrar en contacto con su cuerpo. Luego, tecnologías mediante, no fue necesario. Para los que rondamos la treintena es historia harto conocida aquella de que con sólo oprimir un botón, rusos o americanos, podían desintegrar una ciudad, un país o incluso el planeta. Salvando las distancias, me encuentro hoy en una situación equivalente: al alcance de mi dedo está la tecla que te hará desaparecer para siempre de mi vida, sin la molestia del contacto, de la mirada. Y aunque no sé si es lo que quiero, lo hago. El resultado: un indiferente “Entrada borrada”, que nada sabe del abismo que ha abierto entre los dos.