Cuando el sol
apenas entibia
espero
y más tarde
y luego aún
espero en mis
manos que corren
como niños
salvajes hacia las cosas,
en el deshielo
de mi nuca
al calor del
eco
de mis pasos
solos en calle oscura
pero no solo
también en la
alegría de cobijar
el aroma de las
primeras mandarinas,
en la rabia de
mi estómago
alimentada por
el carbón mezquino
de príncipes y
mercaderes,
en la
electricidad emanada de una caricia
que en su
recorrido
eriza vellos activa
el sexo
espero
aunque lo
niegue mi lengua
y como un
latigazo haga sonar
su ya no es tiempo,
la desmiente
el resto de mi
cuerpo.