Oh, bienamada palabra
Teresa Arijón.
Teresa Arijón.
La piel, los huesos, la sangre puestos en esta tarde que aunque idéntica a otras –un fósforo alineado junto a sus compañeros en la caja-, es única.
Afuera, discreta, la lluvia.
Adentro, desde sus fotografías algunos difuntos queridos me custodian. Pero ¿lo hacen?, pues, prendida a sus ojos viene la que desde siempre me espera, la que sabe que suyo será el triunfo. Y un dolor, ladrón de aire y ganas, me roe, me hunde…
Sin embargo, mientras escribo, soy; los truenos, la tinta, el árbol de humedecido traje lo dicen. ¿Qué importa que mañana, como un tren con un pasajero menos, todo siga sin mí? Escribir hoy aquí es suficiente.
Es más, diría que lo es todo.