28 de diciembre de 2008

SOLO A VECES


no hay espinas
sabe bien el fruto
es suave el cielo de octubre
y amable la canción

a veces el camino
puede ser plácido

a veces
caminar y deslizarse
se confunden.

18 de diciembre de 2008

DE PASAJEROS OLVIDADOS


Minúsculas gotas de sudor sobre la piel de la noche, una de las primeras de la primavera. Y en esa noche, en esa tibieza, después de mucho tiempo, nos cruzamos. Tan trivial fue nuestro diálogo que me declaro incapaz de reproducirlo. De cualquier modo, y aun desconfiando de mi memoria, rescato el siguiente fragmento: “¿Todo bien?, pregunto. Todo bien, por suerte, respondés. A lo que agrego un sincero ¡qué bueno!” Pero ¿era sincero? No, no piensen tan mal de este humilde servidor. Yo jamás le desearía a otro ser humano ninguna plaga o algo por el estilo, y no porque sea tan bueno, sino porque soy taan perezoso…

A lo que voy es que, no sé a ustedes, pero para mí ver a alguien desplazarse del centro a los suburbios de mi vida, no deja de ser objeto de asombro, de inquietud. Aunque también, lo confieso, de alivio.

De asombro, porque ¿no es cuando menos curioso que una persona que llegó a “ocultar-a-dios” (Char), que fue la depositaria de miles y miles de pensamientos, como por un pase de magia se esfume? Es decir, un ser de quien interpretábamos hasta el mínimo respiro (Ya lo dijo Barthes: “el enamorado es el semiólogo en estado salvaje”), de pronto, y por obra y gracia ¿del tiempo? ¿de las decepciones?, llega a no ser nada. O peor, una idea del tipo: “¡con esta pelusa debe tener la nariz del payaso Malaonda!”.

Si además confrontamos este desplazamiento con aquello de que “todo constructor, a la larga, sólo edifica un derrumbamiento” (Yourcenar), no podemos menos que experimentar una cierta inquietud, puesto que así como se hundió esta imagen con tanto amor y paciencia construida (sí, mucho amor, mucha paciencia requirió la transformación de “eso” en una princesa, un príncipe de cuento de hadas), de igual modo habrán de hundirse las que vendrán. Entonces ¿no hay nada destinado a perdurar?

De alivio, dije. Sé, sin embargo, que se trata de un alivio pasajero. Léase, de cambio de pasajero: el asiento hasta hoy ocupado por A, mañana será ocupado por B, y así sucesivamente.

Y esto porque no debe haber nada en el mundo más digno de interés que un cuerpo y los signos que emite (por supuesto, no cualesquiera ¿o creyeron que me había vuelto escatológico?), además claro, de nuestra proverbial incapacidad para aprender algo, por pequeño que sea, del corazón humano.


2 de diciembre de 2008

CARTA















A Emma




Cómo duele el cuerpo
cómo duele
cuando es el fruto despreciado
por la humedad de esa boca
que a saciarnos creímos venida.
Duele con un dolor
de flor abandonada
a la severidad del verano
un dolor de muerte.
Para qué cuidarlo entonces
para qué alimentarlo
lavarlo para qué
si sobre él
perro callejero
muñeca estropeada
ya no se posa la mirada del deseo.
Cómo duele
cómo duele el cuerpo
cuando es el desechado fruto
el fruto despreciado.


Charles B.

23 de noviembre de 2008

GRANDES DIVAS

BAÑOS EN LA FUENTE DE JUVENCIA

Batallas perdidas:
Si para cualquier hijo de vecina -incluidos nosotros, los poco agraciados- asimilar los estragos del paso del tiempo no es tarea sencilla, mucho menos debe serlo para quien –por caso, una estrella de cine- cotidianamente se ha alimentado de halagos referidos a su apariencia física.
Múltiples han sido las reacciones a la “maldición” de la marcha incesante de los relojes. La primera: los alejamientos. Casi totales: Audrey Hepburn, Gloria Swanson (a un abandono transitorio de su largo retiro debemos la maravillosa Norma Desmond de Sunset Boulevard); y totales: Garbo, Marilyn, Harlow (a estas dos últimas, la muerte las eximió del agravio de un rostro devastado). La segunda y más típica: la perseverancia frente a los focos, sea en los sets, sea en el circuito de las divas “casi retiradas”.
Este sería el momento oportuno para acotar que, como la mayoría de los mortales, soy vulnerable al milagro de un ser tocado por la gracia de la belleza. Ya lo dijo Goethe “el que contempla la hermosura humana se sustrae por un momento del mal, se siente en armonía consigo mismo y con el universo”. La que sí estimo digna de mejor causa es toda esa energía derrochada en una batalla perdida de antemano y que, en el caso del mundo de espectáculo funciona, creo, como una hipérbole del mundo a secas. Es decir, parecería que sólo la juventud está destinada a los roles protagónicos, mientras la vejez y su aspecto –insisto, su aspecto-, son relegados a los geriátricos del olvido.
Continuando con la clasificación, podríamos decir que de las “resistentes” sólo unas pocas lo hacen “al natural”: Diane Keaton, Liv Ullmann admirables aun con sus rostros atravesados por una miríada de arrugas.
No es, sin embargo, esta ausencia de afeites la regla. La regla es la visita asidua a la “Fuente de Juvencia”, cuyos afluentes en los tiempos que corren son liftings, lipoaspiraciones, botox, barro, cremas, siliconas y varios etcéteras más. De estas inmersiones un puñado ha emergido con gracia: Catherine Deneuve, Laureen Bacall, Graciela Borges.
La mayoría, en cambio, asoma “graciosa”. Explico.

El trayecto es más o menos el siguiente: de grandes sexys a bufonas de la prensa amarilla. De aquí: Moria, en perenne mutación de Venus de la Calle Corrientes a Frankenstein, ícono de travestis; su archienemiga Alfano, a quien parece nadie le advirtió que Jack Nicholson caracterizado de “El Guasón” no es modelo imitable; la antaño bebota de Olmedo, Adriana Brodsky, transformada hoy en un auténtico perrito pekinés.
De allá: Lollobrígida, Sara Montiel y Raquel Welch con rostros que entre sus atributos incluyen la imposibilidad de cerrar los ojos. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿se anotará entre las contraindicaciones? ¿duermen esas mujeres?
Y la lista de personalidades engolosinadas con su imagen -¿su imagen? ¿algo más uniforme que los habitués de los quirófanos estéticos?-, podría prolongarse indefinidamente. Para muestra, un botón: en una entrega de Oscars verán el mismo brillo de pómulos, el mismo mentón, la misma nariz, los mismos pechos multiplicados hasta el infinito. ¿Será que, como en el alcohol, uno encuentra en la vejez lo que ha puesto en ella y que en estos casos no pusieron nada?


La ironía, la salvación:

“Soy lo que queda de mí”. La dueña de esta afirmación no es otra que Elizabeth Taylor. Y efectivamente, después de los años y los kilos, los maridos y los divorcios, el saqueo de bodegas y farmacias, de la otrora muñeca que se abrazaba a Lassie, de la apasionada Reina de Egipto que se abrazaba a Burton, en verdad, fuera de esos ojos deslumbrantes, mucho no queda. Pero esta frase, en labios de esta mujer puede –debe- leerse como la supervivencia de lo esencial de un ser humano: la ironía. De repente uno siente que fue así, que debió pensar un día “sí, ya no soy la que fui, ¿y qué?”.
Y es este el baño que considero más sensato, la prueba de una juventud irrefutable: frente a lo forzoso, la inteligencia en una de sus formas más elevadas: el humor. Y más en este caso concreto en el que las consecuencias del paso del tiempo, aunque estéticamente ingratas, son indoloras, en tanto que otras, físicas o espirituales, son justamente muy dolorosas. Comparen si no un padecimiento de artritis con una arruga en el cuello; o una casa vacía, muertos todos lo que alguna vez amamos, con una mancha en la piel.
Para terminar, lo que otra gran beldad, la actriz italiana Lucía Bosé, dijo: “¿Quitarme las arrugas? ¡Ni loca que estuviera! ¡Con lo que me ha costado ganármelas!”

15 de noviembre de 2008

SUBÍ QUE TE LLEVO


Abro los ojos, y mientras dejo caer los pies al suelo, abro la boca, dejo caer un “¡concha!” Y no es que yo sea de esas personas que lloran el abandono precipitado del lecho. Bueno, alguna vez sí. Alguna vez, como aquella cuando no fue una alarma de reloj o, en su defecto, mi voluntad quien me desalojó de la cama. Aunque no es este el caso. El caso es que a esta hora debería estar tocando la puerta de mi amigo, el laureado poeta H. S. Pero como mi siestero reposar se prolongó más de lo previsto, llegaré tardísimo. Por supuesto, me asalta la culpa. No, no me malinterpreten. La culpa no es por la espera que le infrinjo, sino por el tiempo que habré desperdiciado de su deliciosa conversación ; )

Entonces, para hacer menos notoria mi demora, y como sé del calamitoso estado de los colectivos que trajinan los caminos del Este, esos que cada vez nos obligan a preguntarnos: “pasará?, ¿debería darme la antitetánica antes de subirme?”, decido montarme en un remís.

Y eso hago. Trayecto: Palmira - San Martín. Duración aproximada: 20 minutos.

Como resulta que soy el primer pasajero, me siento junto al chofer. A poco de andar suben otras personas, al parecer miembros de una familia, que hablan entre sí. Aunque la conjunción de un ruidoso motor y una radio encendida (88.3 Latinos FM ¿qué esperaban un remisero enamorado de Vivaldi?) me impide descifrar lo que dicen.

Y así vamos, tranquilos, hasta que sucede: se nos adelanta un coche, un Chevrolet de los años 70 y el chofer, mi chofer, presa de éxtasis, gimotea: “¡qué chiiiivo!” A lo que, para comentar algo (¡boca floja! ¿boca floja o a todos nos acomete, con taxistas y remiseros, idéntica obligación?), agrego: “A mi papá también le gustan. Cuando era chico, tuvimos uno”. Ese fue el pie que el señor necesitaba para dar comienzo a una larga, larguísima perorata, mezcla de oda y elegía (Oda a las virtudes de esas máquinas y los placeres de ellas obtenidos. Elegía: “y qué querés que te diga, ya no los hacen así”).

¡Un entusiasta el caballero! Que si los bulones, que si el cigüeñal, que si…. Y yo preguntándome: “ ¿todo eso tiene adentro un auto?, ¿no era la simple amalgama de chapas y ruedas?” En este momento me declaro incapaz de reproducir siquiera una ínfima parte de los términos proferidos por su argenta boca. Sin embargo, como soy muy educado, y por ende, incapaz de dejar a alguien hablando solo, jugué mi rol en la conversación. Es decir, puse caras al tiempo que colaba, aquí y allí, algún “ah, ¿sí?”, “claro, claro”, “¿sí?, mire usté”. Podría, no obstante, haber dejado quieta mi lengua pues el hombre, como cualquier fanático que se precie, no tenía el menor interés en lo que yo pudiera acotar.

¡Cuánta razón tenías Bergson con eso del tiempo subjetivo! Esos veinte minutos fueron de una insoportable eternidad, más insoportable todavía si atiendo a que mi propósito inicial era hacer lo que usualmente hago en esos viajecillos. Léase: en silencio mirar el conocido paisaje, los autos, la gente que marcha por la vida, mientras –nobleza obliga-, huroneo mi propia vida.

Y todo para llegar más o menos a tiempo a la casa de mi amigo, el premiado poeta, que además de esperarme con una parva de libros y anécdotas, se dedicaba a espantarse los mosquitos, que este año más parecen murciélagos que mosquitos. Eso sí, con una ramita de laurel y recostado, cual Sócrates en El banquete, en su reluciente futón blanco.

21 de octubre de 2008

EN AGOSTO

Juntos, diríase a cuatro manos, el viento y el sol diseñaron esta escenografía de fines de agosto:
un cóctel de polvo y hojas sin rumbo, sudor y desgana.

Lo demás, simple:
la muerte en su apropiarse de un cuerpo, por el trabajo minucioso de la enfermedad privado de fuerzas, degradado, marchito;
un cuerpo en cuyo cansancio no florece resistencia alguna.

Tan simple, corriente, como el escándalo de los cristales a la caricia ruda del viento de agosto.

16 de octubre de 2008

LÁGRIMAS NUEVAS.

Una noche de llanto.
Otra.
Pero distinta.

Su diferencia radica en lo novedoso del sentido de estas lágrimas, vertidas no por un pesar concreto, sino por aquellas, las que se cuajaron en su alma cuando se cansó de llorar, cuando creyó que en esa celda oscura transcurrirían sus días todos, y que esas lágrimas, de pronto estériles, nada podían corregir.

Pero podría ser que este llanto de hoy, brotara también a causa del inesperado estreno de una grieta –pequeña, modesta-, una grieta a través de la cual otra vida alce el vuelo.

Y, pese al lugar común, le es imperioso sentir la sangre alojada en cada distrito de su cuerpo y decirlo. Decir además, que aunque ingrata, la travesía por el desierto tuvo un fin. Decir la justicia de inscribir la sorpresa amable entre los dones de la existencia. Decir, por fin, que nos equivocamos. Cada vez que somos terminantes, nos equivocamos.

7 de octubre de 2008

LA OTRA CARA

Con las manos de una mentira se cubre los ojos, hunde su vida en un olvido de sí equiparable a la locura de creerse otro.
Y durante larguísimo invierno se pierde el rastro.

Y hoy, que con suave tacto o con hartura, voces amadas pretenden astillar la sombra, hay el pavor a una cara impregnada de abandono, tan distinta, tan otra de aquella diseñada por las siestas insomnes de su infancia.

21 de septiembre de 2008

LOCUS AMOENUS

Rendida bajo el peso del sol, sedienta:
una siesta de verano.
Como sedienta, detrás de la ventana, la ansiedad de los niños acaricia la hora por venir cuando, caducos el sueño de los mayores y la prohibición de ausentarse, pueda por fin correr en pos del agua libre de la acequia.
Pero también:
de la arena, de la delicia del fruto rapiñado, del cabello frágil del sauce...
La radiante fatiga del juego y la piel tostada, que apague el vértigo aquel de ya nunca oír la voz que desflora la tiniebla, dice el mundo, lo crea.
La voz infantil, solar de las canciones que cada mañana, brotan de los labios de la madre.

15 de septiembre de 2008

EL DOMINGO DEL EXILIADO

En mi intensa avidez de vos
me sueño repatriado
a tus ojos
a tus manos.
A tu corazón, no.

Allí nunca estuve.

1 de septiembre de 2008

EL JUEGO PELIGROSO

Como otros, es un juego.
Las habitaciones están dispuestas de manera tal, que sólo puede alcanzarse una, previa estadía -estadía siempre regulada- en la anterior. Son las reglas.

Pero, súbita, una puerta cierra el paso, detiene la partida.
Y él, que carece de las herramientas para abrirla, se queda allí, paradito (un niño delante de la vidriera que exhibe y mezquina el juguete de sus sueños). Simulando indiferencia, aparta la mirada, como si fuera ella la responsable, la barrera al milagro. Aun así, la puerta continúa cerrada.

La llave, intuye, ha de hallarse en uno de los cuartos anteriores, oculta en oscuro cajón. Teme, sin embargo, abandonar su sitio, regresar.
Sí, este es un juego peligroso.

26 de agosto de 2008

DISYUNCIONES

Que las niñas de tus ojos sucumbieron al influjo de un encantador de serpientes, y por él, a un precio irrisorio, vendiste tus cosas y con el circo te fugaste. O que te secuestraron, nadie acudió en tu ayuda y ahora, por el shock olvidados tu nombre y mi amor, andás y desandás tu extravío en oscuros barrios de la periferia. O que las enredaderas de tu jardín, enroladas en la envidia de las vecinas envidiosas, crecieron hasta ahorcar los cables, romper las conexiones…


Hipótesis, hipótesis y más hipótesis. Hipótesis elaboradas en torno al más simple de los acontecimientos. ¿O será que nunca es simple el silencio?

10 de agosto de 2008

LA AUTÉNTICA GAUCHITA ARGENTINA

Estas antiquísimas relaciones (coplas que se recitan en los “altos” de ciertos bailes populares) están dedicadas a:

“Las” que se envanecen de ser las pioneras del rubro.
“Las” que se sienten mal, culposas por ser parte de él.



Quieran los cielos que pronto
se vea mi afán colmado,
de hacerte mi dulce esposa
y vivir siempre a tu lado.



Mi casa está muy distante,
junto a un jardín florido,
vaya cuando guste, joven,
que será bien atendido.

28 de julio de 2008

DE CUANDO UN CO-BOS QUISO CONVENTIRSE EN UN "BOSS" II


(RESPUESTA A MARIA CASTAÑA)


Quienes no somos partidarios del gobierno (hay que ver lo ingratos que resultan los actos de Néstor Kirchner secundado por los muy adecentados Moyano y Barrionuevo), ni tenemos tampoco nuestros intereses (léase: dineros) puestos en el mundo de la soja, experimentamos un desamparo equiparable al de los partícipes involuntarios de un tiroteo entre policías y ladrones, que de pronto, además de aterrados, se sienten desconcertados por la aparición de un tercero –o cuarto- en discordia, cuya afiliación resulta oscura (¿es policía? ¿es ladrón?) Lo ilustro con un nombre: Julio Cobos. Porque ¿qué es Cobos?, ¿no era del gobierno?, ¿es del campo?, ¿es un arribista que prepara su futuro político? A mi modesto entender, por aquí viene la cosa.

En primer lugar, porque su actuación de “hombre de familia” (sic.) en el Senado, que tantas adhesiones y rechazos suscitó (de un lado: héroe, para los interesados en prolongar su rol de “dueños de la tierra”; del otro, para los que procuran continuar medrando con sus planes sociales y participando de la “política” a pequeña escala: un traidor), para nosotros, los neutrales (?), no puede ser sino la intervención de un trepador. Me explico:

Alguien, que para alcanzar determinada posición, sacrifica sus más profundas convicciones, es un trepador. ¿Cabe alguna duda que para ser aceptado en la fórmula presidencial Cobos debió ceder algunas “cosillas”?

Alguien que, al no recibir lo “convenido”, se “corta solo”, se baja, y no por sus convicciones (a las que como hemos visto, renunció), sino porque busca su cuota de poder (presente o futuro, lo mismo da), que en este caso es la visibilidad, el reconocimiento masivo (recordemos que antes de diciembre, fuera de Mendoza, el ingeniero era un perfecto desconocido), también es un trepador.

Porque, convengamos, no es creíble que un funcionario de la primera línea (¡el Vicepresidente de la República!) desconociera las planes económicos del gobierno que integra hace apenas siete meses. Entonces: descartada la ignorancia, descartadas las buenas intenciones.

Pero quizá lo más temible del caso sea la poca –nula- memoria de los argentinos. Aún está tibio el cadáver del asunto “Chacho Álvarez” y nos vemos envueltos en un episodio semejante, es decir, una alianza que reúne a políticos provenientes de sectores divergentes, amuchados para ganar una elección; que a poco de andar se fractura, con su consecuencia más peligrosa (mucho más que el desabastecimiento): la poca gobernabilidad.

Entonces, a nosotros, los neutrales (?), no nos queda otra que acomodarnos a vivir como los rehenes que, pese al miedo, buscan resguardo en los lugares más seguros, por pequeños que estos sean (aprovisionamiento de leche, harina, azúcar), o los resquicios por los cuales emprender la fuga (aeropuertos, terminales de ómnibus). Pues lo otro, lo sensato, lo inteligente parece inaccesible, a saber: ejercer con plena conciencia nuestro derecho a elegir autoridades, y, sobre todo, desconfiar de oscuros salvadores que, como acabamos de ver, no siempre portan las mejores intenciones.

22 de julio de 2008

DE CUANDO UN CO-BOS QUISO CONVERTIRSE EN "THE BOSS"

¿Qué hacer cuando ninguna de las opciones que nos brinda el menú nos resulta grata? Los buenos modales nos indican que un sencillo “no, gracias” alcanza. Pero ¿y si de veras nos está picando el bagre?


Esta es la sensación que experimento ante la situación política del país: los del campo me provocan náuseas (evidentemente no me refiero a los pequeños productores sino a los oligarcas, que nadie ignora, existen. Recomiendo Fin de fiesta de Beatriz Guido), y los del gobierno, me asquean. ¿Y Cobos? ¿Qué es Cobos? ¿No era del gobierno? ¿Es del campo? ¿Es un trepador? (¡mierda, no aprendemos más! Parece que el “episodio” Chacho Álvarez no nos enseñó nada)

Entonces, como cuando era pequeño y el plato no era de mi agrado, me meto en la cama en ayunas, aunque con la certeza de que el hambre no me dejará dormir.

17 de julio de 2008

EL PARTO

Líquido, el sonido de las llaves lo arroja en esa casa que no habitan pájaros, ni sueños exóticos, ni un vos, ni bellas melodías.

Entonces, por la casa vacía camina, ordena los trastos, deglute los alimentos. En silencio, siempre. (La noche de la ciudad, tamizada por los cristales, es el eco de un eco, casi nada.)

Y esta soledad –o caverna oscura- que bien podría parir fracasos, números en rojo, hoy sin embargo, abre las piernas y alumbra la escritura.

1 de julio de 2008

REBELIÓN EN LA INFANCIA

Nene paveando se tropieza y cae.
Mamá, que carga mochila, guardapolvo y demás bártulos escolares, lo mira como diciendo “si serás pelotudo”.
Nene a voz en cuello, pregunta: ¿Qué? ¿Por qué me mirás así? ¿Vos nunca te trompezaste?

22 de mayo de 2008

CUANDO APRIETA EL FRÍO (DE LA TREINTENA)

Ahora somos parias de casamentera
Tamara Kamenzsain.


“Te esperé, te escribí doce poemas (Detalle: Odas a tus pies, tu cabello, tus manos, tu cuello; Sonetos a tu lengua, tus muslos, tu voz, tu corazón; Elegías a tu sexo, tus nalgas, tus ojos, tus labios), amargas quejas derramé en mi diario, te añoré, te maldije. En fin, que ya no hay nada que hacer o decir, sino que estás fuera. Y se sabe que esto es lo mejor. Pero también, que si llamaras, correría, volaría hasta tu casa. Esto también se sabe."


Más allá de sus obvias deficiencias, este texto me llevó, cual Carrie Bradshaw, a preguntarme qué tanto nos desesperamos cuando estamos solos y hemos vadeado hace un tiempo la temible barrera de los treinta. O, para ser más claros, qué humillaciones, torturas, ninguneos estamos dispuestos a tolerar simplemente porque abandonada nuestra primera juventud, nuestra lozanía, sentimos –nos hacen sentir- que esta puede ser LA ÚLTIMA oportunidad.

Me gustaría, amigos, saber qué opinan al respecto. Y esto aun si son tan afortunados como para que el asunto no los roce, porque como dijo Jauretche, “no hace falta ser caballo pa saber de carreras”. ¿Es una cuestión que nos atañe después de los treinta o es el sempiterno (¡¡siempre quise usar este adjetivo!!!) horror a la soledad que puede padecerse a cualquier edad?

Desde ya, la ciencia y este servidor, agradecidos.

5 de mayo de 2008

DE SEGÚN COMO SE MIRE...

Lo no recibido
-lo mío,
que no tomé-
en cada conversación
en cada escrito
echado en falta.

Pero también, ahora lo sé,
el discurso podría versar
sobre aquella firmeza de la piel
aquel deseo loco de leerlo todo
aquella ingenuidad en la alegría
-lo que no di,
que nadie tomó-.

Porque aun en el corazón
del desierto de mis veinte años,
atormentado
dolido
he sido manojo de luz.

Y aunque lo ignore
alguien no extendió su mano
y debería lamentarlo.

25 de abril de 2008

Oh, bienamada palabra
Teresa Arijón.


La piel, los huesos, la sangre puestos en esta tarde que aunque idéntica a otras –un fósforo alineado junto a sus compañeros en la caja-, es única.
Afuera, discreta, la lluvia.

Adentro, desde sus fotografías algunos difuntos queridos me custodian. Pero ¿lo hacen?, pues, prendida a sus ojos viene la que desde siempre me espera, la que sabe que suyo será el triunfo. Y un dolor, ladrón de aire y ganas, me roe, me hunde…

Sin embargo, mientras escribo, soy; los truenos, la tinta, el árbol de humedecido traje lo dicen. ¿Qué importa que mañana, como un tren con un pasajero menos, todo siga sin mí? Escribir hoy aquí es suficiente.

Es más, diría que lo es todo.

9 de abril de 2008

Eras las manos cuyo fuego apartaría por fin las mías de lápices, cuadernos y obsesiones; la boca de la cual brotarían con renovado brillo aquellas palabras, las siempre dichas; los ojos en los que, como en habitación refrigerada en verano, se hallarían a gusto los míos. Eras la esperanza.


Y ahora, no sos más que otra estampita iluminada en el altar de mis fracasos, otro nombre arrancado de las agendas, otra voz ahogada por los sicarios del silencio. El viento llevándose la última ilusión.

27 de marzo de 2008

PRONOMBRES

Ser por una vez
el vampiro,
no su dócil presa.


O mejor:


Ser por esta vez
el vampiro,
no tu dócil presa.

16 de marzo de 2008

Huellas de tinta negra abandonadas como al pasar, eyaculadas casi, en un cuaderno alguna noche remota.
Huellas de tinta negra como fotografías antiguas -de esas que nos avergüenzan-, escondidas, del acecho de la sonrisa burlona y el juicio preservadas.
Puestas hoy bajo mis ojos evocan una vida, una punzada que fue la mía. Huellas en cuyos trazos alienta el negro temblor de la tormenta.

6 de marzo de 2008

DESEQUI-LIBR(I)OS


“ 'Al leer experimentamos la dramática urgencia de vivir'. ¡Maravilloso!" (Frase y comentario hallados en un viejo cuaderno, un cuaderno de mis años mozos)

Ahora bien, la cuestión que hoy se me plantea (evidentemente no en ese momento, en mis años mozos): ¿qué ocurre cuando al leer sólo experimentamos la dramática urgencia “de continuar leyendo”?

¡Qué dios o Freud, te ayuden!

11 de febrero de 2008

GENTILEZAS ASTRALES

Es por todos sabido: hay días en los que nada parece encontrar su sitio, acomodarse, encajar. Días en los que, en el instante en el cual las cosas son aún bocetos y con alarmas nos reclama el trabajo, nuestros zapatos, presas de un insólito nomadismo, no amanecen en su lugar y flotan, vaya uno a saber por qué limbos. Más tarde, cuando el mediodía nos aguijonea el estómago, el almuerzo terco se empeña en quemarse. Y al atardecer, en el minuto en que nos urge vaciarnos del mundo y sus criaturas, hundirnos en el pozo de la memoria, el dial avaro nos escamotea nuestra emisora favorita y en su lugar escupe la voz aguardentosa de un pastor evangélico. (Pensamos, entonces, en el fanatismo de los conversos, y en esas canciones no escuchadas que hubieran sido la perfecta banda sonora para un edén fugitivo aquí, en la casa.)

En fin, de hechos importantes, nada, mas, encadenados, provocan la impresión del error de habernos levantado y de que lo más sensato hubiera sido permanecer en la cama dejando a los relojes, como atletas griegos, correr su incesante maratón; y confiar en una futura gentileza de los astros.

Mientras tanto, no nos queda sino elevar una plegaria para que sea sólo un día, uno solo, que estas desavenencias con el mundo no se propalen, pues la experiencia nos dice que a una de estas jornadas signadas por lo incumplido somos capaces de sobrevivir. Pero también, que una seguidilla podría ser el comienzo del derrape del que nuestros magullados corazones no consigan, tal vez, reponerse.

29 de enero de 2008

COLETTE, SIMONE, MARÍA Y YO

CLAUDINA EN LA ESCUELA
Por María Moreno.

"A los catorce años no me gustaba leer. En cambio miraba televisión durante casi todo el día. Veía Any Okley, El hombre del rifle, Papá lo sabe todo, Doctor Kildare, Pero es mamá quien manda. Había dejado el colegio, me veía feísima y eludía toda invitación con una frase que repetía como un mantra y con la que pretendía disimular mi angustia: “La verdad es que me da lo mismo”. Se me diagnosticó una depresión. Mi madre, amén de obligarme a dar libre el tercer año del secundario, pretendió ofrecerme una salida cultural. Cada tarde me llevaba a la librería Santa Fe que por entonces, creo recordar, quedaba entre Larrea y Azcuénaga. No compraba nada pero le gustaba detenerse a hablar con el librero que se llamaba Bernardo Carey; allí mismo, en alguna de las mesas, estaba su libro Adiós a la izquierda. Con vago interés yo miraba sus ojos celestes, sus anteojos de aro grueso y su mechón de pelo sobre la frente. Todo encajaba. Caramba. Aquel hombre no sólo era de izquierda (¿un comunista?) sino que ya había dejado a la izquierda atrás. Mucho no me impresionó puesto que seguí mirando televisión incansablemente.

Pero hubo una vez en que mi madre sí me compró un libro. En la tapa una joven de largo vestido romántico y pelo hasta la cintura, posaba frente a un pupitre; se llamaba Claudina en la escuela y era de Colette. Algo en la actitud de Carey me hizo sospechar que no era un libro para menores: una manera de desviar la atención de mi madre hacia otros libros cuyos títulos no recuerdo. Pero no la persuadió de que lo cambiara. Claudina en la escuela comenzaba así: “Me llamo Claudine y vivo en Montigny; aquí nací en 1884; probablemente no muera en este mismo lugar”. La frase era insolente, directa, prometía ¡Y cuánto! Las compañeras de Claudina se daban pellizcos, mascaban el lacre de las cartas y se hacían salvajadas inimaginables en un pueblo descrito como poco avispado. Sin embargo, eso no era todo. La directora de la escuela de Montigny era amante de su asistente y algunas alumnas, como la perversa Agnés y la débil Luce, formaban parte de ese lesbos adonde también había un voyeur, el dr. Dutertre, que manoseaba a las niñas y se acostaba con la maestra. Encima Claudina no tenía madre. La mía, en cambio, alarmada por mi expresión visión viciosa, la tele apagada y Claudina en la escuela siempre abierto, me quitó el libro y se ofendió a distancia con Bernardo Carey.

El psiquiatra me había recomendado terapia laboral, así que empecé a ayudar con los deberes a un par de chicos del barrio. El primer cobro me bastó para volver a la librería Santa Fe. Bernardo Carey me dijo que Claudina en la escuela no era un libro para chicas, pero me guiñó un ojo mientras me lo envolvía. No me preguntó que había pasado con el otro. El psiquiatra y la terapia laboral estaban de más. Colette me había curado al prescribirme para siempre el deseo de felicidad, la soberanía solitaria y el cultivo de todos los usos del pecado mortal. "


MONIQUE EN SU DIARIO
Por: Sergio P.
Cada vez que enfrento este texto (sí, lo he leído varias veces, incluida esta en que lo tipeé) me pregunto cuál de los libros que leí produjo en mí un efecto similar. Si me remonto a mi adolescencia, tampoco yo leía demasiado y sí -como Moreno-, veía mucha tele. Obviamente mis programas favoritos eran otros: V (invasión extraterrestre), El caminante, Brigada A, Los profesionales (que comparados con los de la Canosa eran unos ángeles), Las Vegas, Robotech.

Respecto de los libros, si bien de tanto en tanto hojeaba alguno, no sentía que ninguno contara entre sus habilidades la de modificar sustancialmente mi vida. Pero un día algo debió de suceder, algo importante, pues desde ese instante ya nunca pude apartarlos de mi lado.

“La mujer rota” de Simone de Beauvoir, es el primer título que me viene a la mente. Sí, ese fue uno de los primeros libros “serios” que leí. Antes había transitado por alguna colección infanto-juvenil. Pero a nivel de shock, a no dudarlo, ese fue el primero. Me impresionó sobre todo que la gente pensara tanto en su vida y en la de los demás, que la existencia fuera objeto de análisis. Sí, era eso, algo tan diferente de lo que veía a mi alrededor, donde la gente se ocupaba de sus asuntos (de los ajenos, también. Chismes que le dicen), pero no examinaba demasiado. Y yo quería eso. Yo ERA eso. Los que me conocen lo saben. De pronto sentí que cuestionarme las cosas no me hacía un bicho raro, o sí, pero no el único. Y eso, de algún modo me tranquilizó.

Y ahora la pregunta (sé que a algunos les fastidia este tipo de post, pero sabrán entender, es verano y no se me ocurrió otra cosa y, además, el texto disparador es hermoso) ¿qué libro causó un verdadero revuelo en tu vida? ¿por qué?

21 de enero de 2008

YO RECOMIENDO

Querido amigo blogger mendocino:

Para los próximos días, que un anciano meteorólogo de nuestra provincia pronostica calurosísimos, yo te recomiendo:

1. Si no puedes “tomártelas”, toma té helado –calma la sed y es muy agradable-, y evita, en consecuencia, las gaseosas que te inflaman como un zeppelín, engordan y están muy caras (hablo de primeras marcas. Las otras, ya se sabe, veneno. ¡Siempre soñé tener mi propio segmento a lo Lita de Lázzari!).

2. Reúnete con tus amigos (¿no sería ociosa cualquier explicación?).

3. Lee a Rubén Darío con paciencia, verso a verso, degústalo. Juro que es un placer entrar en contacto con una visión tan rica de la vida. (Si alguien me hubiera dicho en mi primera juventud que algún día iba a escribir semejante cosa no le hubiera creído. Está de más aclarar que los años no vienen solos)

4. Mira por las noches alguna película en Cinemax (por suerte quitaron el canal 9 que era una poronga y pusieron algo como la gente).

5. Ve a la “pile” con tus amigos y sus niños. Parece una tortura –y es-, pero también es muy divertido jugar al tío por un rato. Al mismo tiempo si, como a mí, la “pile” te acerca a los lugares de tu infancia y te cruzas con rostros casi olvidados, no censures el gozo que te provoca ver que algunos de ellos se han ajado más que el tuyo. Pues, aunque suene a maldad, no deja de ser una caricia para el ego comprobar que hay gente más baqueteada que uno. Todo esto al margen de que la “pile” es uno de los poco lugares en los que pueden tus ojos posarse sobre algún bello ejemplar de las nuevas promociones ¡Y sin culpas, amigo! Total, mirar sigue siendo, por ahora, ¡gratis!

6. Si se te ocurre un post, escríbelo. Si tu mente es un páramo, no te inquietes. Es la consecuencia del agotador año que acabas de atravesar y precisas del descanso para que las ideas vuelvan a formarse y circular.

7. Aunque el Sr. de la Concha se horrorizara por los errores ortográficos que cometes, chatea, envía mails, sms, o lo que sea. Después de todo es muy, pero muy bueno estar conectado.

8. Hablando de.... si tienes con quien, aprovecha. El sexo es saludable para la piel, los nervios, las cervicales, el propio sexo y mil lugares más. Pero, si me lo permites, te aconsejaría que lo pospongas –¡cuac!, juro que fue involuntario- hasta esa hora de la madrugada en que el calor cede un poco, porque a decir verdad “el efecto foca” (chuac, chuac, chuac) no resulta de lo más... ¿estético?

9. Y sobre todo, abstente de pensar en el largo año que te aguarda. Hacerlo es atentar contra tu placer actual, cagar tu día de hoy.


Lic. Sergio P., especialista en terapias alternativas.