31 de diciembre de 2007

UN POEMA OPTIMISTA PARA TERMINAR EL AÑO

Vivir como un sino, vida,
tu porfía en volverme la espalda,
sería acatar la derrota
cuando hay todavía vigor
en mis brazos
y empujan las miradas de los amigos
y algunas partidas merecen jugarse
y el dorado de una piel joven infunde la sed
y las voces de los libros abren
y encanta la luna entre nubes bogando.

Lo otro, lo que falta -porque
se fue o nunca estuvo-
lo que algunas noches
florece en lágrimas, aunque pesa,
no debería ser hoy pretexto
para abandonarse a la queja.

20 de diciembre de 2007

BÁRBARA BELLOC



De Espantasuegras:

3

Hossana:
Oculto osario

Apenas se puede mover el viejo, está hecho concha: todo blanquito y calcáreo, quietecito en el fondo de la residencia Egeo, sin una perla en la boca ni una moneda en los bolsillos, con los huesos ensanchados como una mantarraya y un abanico estático en la mano aun más estática. Está esperando la visita, mudo, tieso; un bailarín congelado en el aire en pleno salto y sometido de inmediato a rayos X cuyos efectos lo convierten en la idea de un muerto capturada en la fugacidad del movimiento, cuando comienzan a caer al suelo las costillas, las dos rótulas, el fémur, el sacro. Es una víctima nuclear, todo él digno de relicario; esperando el más allá como quien espera un barco que zarpó recién, como quien espera cura, o amor de parte de quien no ama. Parece un aljibe. Parece una fuente de agua sin agua, de piedra. Pero el viejo escucha todo, pero no lo que pasa: escucha el río que corre y los grillos de madera, la burbuja de la valva que sube a superficie, el crujido de la piel de la serpiente.

(recuerdo de la rambla)


Italo Svevo: Senilitá.
a L., desertora.




Que nuestras pupilas ya nunca alberguen la imagen de alguien, parece improbable en una ciudad tan indigente de recovecos como esta. Sucede, sin embargo, que los nombres resbalen de las agendas y se ahoguen las voces en el olvido y la algarabía de unas llaves nos deje de este lado para siempre. Seres amados o apenas vislumbrados que, como por un pase de magia, se esfuman sin dejar siquiera una estela tras de sí. Pero también, que aun en el vértigo de la ausencia algo perdure, asfixiante. Algo que acaso sólo encuentre salida en los poemas escritos a esos, los sigilosos desertores de nuestras vidas.

30 de noviembre de 2007

FE DE ERRATAS

Bajo la forma de un rostro, la vida nos extiende a veces la constancia del error en que hemos estado hundidos; un rostro que enuncia aquello que junto a nosotros pasó flotando en la corriente, y se encuentra ya, y para siempre, fuera de nuestro alcance, perdido.

Desde que te vi, anoche, después de duelos y arrugas y olvidos, en todas partes, insalvable, leo mi error.

23 de octubre de 2007

HOMOFOBIAS (O DE QUÉ TIENE QUE VER EL CULO CON SEMANA SANTA)

Un martes de tantos (si no fuera por esto, por la escritura y su capacidad de almacenamiento, debería decir: “un martes perdido”), un bullicioso grupo de adolescentes, cual secuaces de Francis Drake, aborda el colectivo en el que viajo, en el instante preciso en que los parlantes del estéreo del señor chofer se estremecen al son de “Persiana americana”. De la turba estudiantil, dos integrantes me interesan en particular, pues fueron ellos quienes me arrebataron del semisopor de mi pseudosiestasobrerruedas, cuando al ocupar el asiento anterior al mío dieron rienda suelta a la potencia de sus gargantas.

La escena, más o menos, se desencadenó de la siguiente manera:

Uno de los angelitos (cada día me pregunto cómo consiguen ese instantáneo sentido de pertenencia que les confiere el derecho, cuando no la obligación, de perturbar al resto de la humanidad. ¡Y después aparecen algunos con la cantinela de que los adolescentes tienen problemas para adaptarse!) viene y, como ya dije, se sienta delante de mí.

Unos pasos más atrás, presa de un “trance musical”, avanza el segundo, que en cuanto deja de aullar “yo te veré/ a través/ de mi persiana americana”, dice “¿viste? ¡esto es música...!” Y, ante, supongo, la cara de desconcierto de su interlocutor, aclara “¡Persiana americana. Soda Stéreo!!!!”.

A lo que el neófito responde con un tímido “ah”.

Entonces, el conocedor, remata, cree, con un “¡Me encantan, tengo todos los discos!”.

Y el otro, bastante escaso de vocabulario o de interés por el asunto, repite “Ahhh”. Pero en un rapto de lucidez o mala onda, y como una forma de descalificar los gustos musicales de su amigo, agrega: “Pero ahora el cantante, ¿cómo se llama? ¿Ceratti?, canta con este..., ¡ay...! ¿cómo se llama? ¡el trolo....! ¡¡Leo García!!! (así, con muchos signos). ¡Es re-trolo el tipo ese! (les advertí que el muchachito en cuestión, no obstante su educación privada, esgrimía una gran pobreza léxica).

Y el otro, en guardia, dice: “Ah, pero a mí me gusta Soda Stéreo. Cerati solo, no”.

9 de octubre de 2007

MI VIDA COMO ESCRITOR

Di mis primeros pasos como escritor, al igual que los otros, de la mano de mi madre, quien, creo, no soportó la cantinela de mis cuatro años y me enseñó algunas palabras. Confieso, sin embargo, que ningún afán de conocimiento me impulsaba sino los más pedestres –y humanos- celos de que mi hermano, que ya iba a la escuela, escribiera. Y si él podía ¿cómo no iba a hacerlo yo? O sea que, a un sentimiento más bien reprobable, debo mi ingreso en la patria de las letras.

Ya en la primaria, según lo poco que recuerdo, mis experiencias más frecuentes de escritura fueron las “redacciones” de “tema: libre” (libres, asimismo, de instrucciones respecto de lo que los aprendices debíamos realizar), que imprimieron en mí la idea de que escribir era una operación ejecutada en los suburbios del verdadero estudio, anexa al cansancio de la “señorita”, cuando no a su urgencia por dar cumplimiento a ciertas burocracias propias de su función –pasar notas, por ejemplo-, y cuya corrección se centraba casi invariablemente en los aspectos ortográficos, aunque también, de tanto en tanto, en lo imaginativo de la composición, que se aplaudía con un “muy original tu cuentito”. (¡Dios, qué larga me quedó esta oración!!! Pero se entiende. Punto. Aparte). En cuanto a las restantes producciones –una parva de dictados de palabras o de textos disciplinares-, discurrían de un modo más bien mecánico. Este apartado podría abultarse además con los trabajos del tipo “lean de tal página a tal otra del manual, y luego respondan el cuestionario”. Y a eso nos abocábamos: a copiar.

No muy distintas fueron mis prácticas en la secundaria. Es más, si no mediara la noción de “volumen” -ya se sabe: una asignatura, un libro-, diría que se trató de un calco de las del nivel anterior. Podría, no obstante, señalar una excepción: en el último año algunos profesores implementaron la toma de apuntes (“para que vayan acostumbrándose a lo que les espera en la universidad”, dijeron), eso sí, sin proporcionarnos una sola directiva de cómo hacerlo, lo que convirtió sus clases en mini sesiones de tortura, de las que asomábamos con las manos acalambradas y con la vaga sensación de que el futuro nos reservaba horas difíciles.

A la vista está que mis experiencias como escritor en los medios escolares no podrían calificarse de variadas ni interesantes. Lo más lamentable del asunto es que, sospecho, no se apartan de las de muchos argentinos de mi generación. Sin embargo hay, a mi juicio, un aspecto más problemático: que en una escuela primaria de pueblo o en una secundaria con orientación en comercio no se escribiera demasiado, vaya y pase; pero que en una facultad de humanidades, más específicamente en su carrera de Letras, la escritura fuera accidental, es serio, preocupante. Y es que en los años de cursado, si bien escribí -apuntes, resúmenes, informes, exámenes, dos o tres monografías-, lo hice guiado más por mi instinto –y, nobleza obliga, la rapiña estílística y conceptual-, que por mis profesoras, quienes dieron por sentado que sabía hacerlo.

En simultáneo, y al margen de la educación formal, mi escritura ha transitado tres etapas: la primera, decididamente “catártica” (poemas y diarios íntimos, que mucho no se diferenciaban, pues mis versos tenían la misma musicalidad que mi prosa: ninguna). La segunda, como instrumento de autoexploración o “narcisismo gráfico”, iniciada después de un larga temporada de inactividad (el contacto con las grandes obras de la literatura obró en mí una suerte de “mudez escrita”), me fue sugerida por mi analista. Finalmente, la tercera, extensión de la anterior –sujeto a indagar: el lenguaje-, surgió de la convicción de que sólo podía enseñar aquello con lo que estuviera familiarizado, y como no era el caso (había percibido que en mis clases, por inseguridad, demoraba el inicio de las prácticas de producción), decidí revertir la situación. ¿Cómo? En principio, leyendo textos sobre didáctica de la escritura que, aunque provechosos, se revelaron insuficientes; lo que me devolvió a mi intuición original –o de mi amigo Hernán, ya no lo sé- : “podré enseñar a escribir en tanto y en cuanto sepa hacerlo”.

Y en esas estoy. A modo de entrenamiento garabateo todo lo que puedo: posts para este blog, mensajes de texto, globales, mails, actos escolares, “conversaciones” en el chat, agendas, notas para la facultad, diarios… En fin, “socorros” en mi lucha cotidiana contra la porosidad de la memoria. Pero, también lo hago porque “escribir es”, al decir de Angélica Gorodischer –y adhiero-, “una de las formas de la felicidad”.

Y ustedes, queridos bloggeros ¿cuándo, dónde y de la mano de quién comenzaron a escribir? Y más importante aun ¿por qué continúan haciéndolo hoy, a una edad en que la infancia no es más que una foto en sepia?

25 de septiembre de 2007

VARIACIONES SOBRE -CASI- EL MISMO TEMA

I




Cuántas veces, aturdido por los tráficos humanos, se ha apeado y permanecido en el andén, solo como el capullo que en el jardín del invierno detona su color. Y después de larga ausencia, recuperadas la calma y las ganas: un puñetazo en la cara: la confirmación de que impávida la vida siguió su curso.




II




Desde el andén mira las partidas, las llegadas. Desde el andén mira y piensa: “debería comenzar a moverme”

1 de septiembre de 2007

MORFEO ESQUIVO

Morfeo juega a las escondidas conmigo que en espinosos laberintos -los del pasado, los de tu ausencia-, me extravío. Sin embargo, no renuncio. Tanto lo persigo que, al no encontrarlo, caigo en su trampa. Y ya se sabe que para el cazador la impaciencia es un yerro del que la presa se vale para prolongar su huida. Y al alba, diluidas las esperanzas, un peso en los párpados anuncia la vecindad del tan deseado. Mas, imposible que este encuentro demorado devuelva a sus fuentes la hiel que horas de pastillas y cigarrillos y sábanas enloquecidas, destilaron.

21 de agosto de 2007

UN HERMOSO NIÑO (o del placer de la relectura)



Ante el inventario mental de los libros leídos en los últimos meses, constato, no sin cierto estupor, que en lo que a lectura se refiere me comporto como un niño pequeño: quiero que una y otra vez me cuenten el mismo cuento. Es decir, no leo nada nuevo. (Acabo de devolver a sus legítimos propietarios tres o cuatro libros sin siquiera hojearlos, porque su presencia, con ese halo de amantes abandonados, me resultaba intolerable.) Sólo la relectura me depara cierto placer, y esto gracias a la facultad de los textos para renovar sus sentidos: son los mismos, pero otros.




Este fin de semana, por ejemplo, volví a zambullirme en el relato “Una hermosa niña” de Truman Capote. En él, se despliega la figura encantadora, vulgar, luminosa y siempre frágil de Marilyn Monroe. Esto que digo es lo que mi memoria había conservado de lecturas anteriores: la pequeña lo ocupaba todo. Pero en esta ocasión algo distinto ocurrió: por primera vez reparé en su compañero de aventuras, el propio Truman ficcionalizado (TC en el libro). El truco de Capote se asienta en presentarse como el opuesto exacto de Marilyn: cáustico, cerebral, cínico, revulsivo. Una anécdota sexual de “TC” con Errol Flynn resulta de lo más ilustrativa al respecto. Entonces, allí está: ante nosotros la pareja perfecta: la bella muchacha y el maricón de lengua afilada.




No obstante, este personaje, “TC”, contagiado acaso de la fragilidad de su interlocutora (¿de su interlocutora o de su nostalgia de ella? -eso nunca lo sabremos. Las cronologías nos dicen que las acciones narradas datan del 55, que Marilyn murió en el 62 y que el libro fue publicado en el 75; y esto, al fin y al cabo, es literatura-) el personaje decía, pierde hacia el final su máscara, cuando en medio de un estrépito de gaviotas y barcos, grita: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿por qué es una mierda esta vida?” (más que nunca hay la impresión del aullido lanzado a través del tiempo y la muerte). Y yo, este sábado, no pude sustraerme a su influjo que me envolvió por los cuatro costados, tanto que, si busco un paralelo en mi vida debo remontarme muy lejos, a mis veinte años, cuando con un nudo en la garganta leía a Sartre, de Beauvoir, Arlt...




Ahora bien, sucumbir a la violencia de un enunciado que condensa un sentimiento que yo juzgaba adolescente, tiene para mí un significado por lo menos ambiguo. Porque, si por un lado, demuestra mi permeabilidad a este tipo de pensamiento; por el otro, no puedo obviar el hecho de que lo hace en el terreno de las letras y no en el de la vida, en el que tan a menudo me siento petrificado. Más tarde, y con la perspectiva que regalan los días, llegué a la conclusión de que no había inocencia alguna en el gesto inicial de tomar ese libro y no otro, pues su contenido me era familiar; y que quizás, lo que buscaba era avivar esa llama.




Y si, como afirma Hugo Mujica, “debería uno encontrar aquello que la poesía (literatura) nos hace ver y decir sobre nosotros mismos”, esta relectura puso bajo mi ojos la intuición, si no la certeza, de que aunque los años se amontonen a mis espaldas, no han modificado la afinidad esencial que aquel que fui tenía con cierto nihilismo dolido, desesperado y que, por lo tanto, en algún lugar (y esto es pura metáfora) continúo siendo un hermoso niño.



30 de julio de 2007

“-¿Hola?
-Sí, voy en camino. En cinco minutos llego.”







Casi todos, viajando en colectivo o caminando por la calle, hemos presenciado, acaso protagonizado, un diálogo semejante. Es que, de las nuevas tecnologías, no debe haber ninguna más difundida que la de los teléfonos celulares. Están en todas partes, incluso -y para sobresalto del incauto que olvidó apagarlo o silenciarlo- en momentos y lugares poco oportunos: en medio de una clase, en el silencio devoto de la misa, en el instante de mayor tensión de una peli, en la congoja de un velatorio…





Varios son los factores que han contribuido a esta difusión. Entre ellos, en primer lugar, cabría mencionar su multiplicidad de funciones: manantial de música cuando el mundo o el profesor se espesan, cámara de fotografías que salva del olvido esa última mueca de nuestro sobrino, odioso despertador, filmadora de situaciones íntimas (¡ojo, a cuidarse de esto, pues cualquiera puede ser el involuntario protagonista de un videíto, la mar de escabroso, en Youtube! Si no, pregúntenle a la joven aspirante a estrella que fue desechada de High School Musical Argentina por esta razón), y muy, pero muy accidentalmente envía-mensajes o teléfono.





Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de evaluar el impacto de estos aparatitos es su costo, bajo en comparación con el de otros artefactos electrónicos -note books, cámaras digitales, etc-. Aunque claro, en esto como en todo, la oferta es muy variada, tanto como el volumen de la billetera del potencial usuario.





Asimismo, no es un tema menor la relativa sencillez de su manejo que los hace accesibles a públicos muy heterogéneos: niños de jardín, adolescentes que falsean el dónde y con quién se encuentran el sábado a la noche, señoras entradas en años y canas que urgentes apelan a sus “anteojos de leer” para responder un sms.





En fin, que viven entre nosotros: en la mesita de luz, en el bolsillo, en la mochila y otra vez en la mesita de luz, generando una ilusión de compañía y por ende, de menor soledad. Pero no es este el espacio para analizar estas cuestiones. Seguramente el futuro nos depara algún sesudo estudio sociológico que inventaríe sus beneficios y perjuicios. Por ahora, contentémonos con comprobar que están allí, aquí, al alcance de la mano, para saber que por suerte “mañana nos veremos”.

18 de julio de 2007

DEPRESIONES COMUNES

Cuando por la mañana una lápida sean las frazadas, y engranajes desgranándose semejen las rodillas, y protesten los ojos “que no, que no queremos saludar al astro rey”.




Cuando esplendan en la distancia los días de escuela, y portar un cuerpo equivalga a arrastrar una carcaza vacía, y un telón de cera obture el consuelo de las palabras y en maniática celda encierre…




Cuando todo –o algo- de esto os suceda, ese será vuestro día para “quemar incienso en los altares de la Diosa Química “




El mío, llegó. Desde hace unas semanas Foxetín pasea por mis arterias, y aunque aún –pero no lo comentéis con nadie - no soy feliz, confío. Y es algo, ya que no en mí, en una muy, pero muy -¡oh, paradoja!!- amarga pastillita.

5 de julio de 2007

En este declinante otoño


Yo sólo tengo vagos sentimientos poéticos…


Elizabeth Bishop







Una marea de gorros, guantes, bufandas y camperas crece e inunda las calles de color. Es que esta mañana, por primera vez en el año, el frío fue absolutamente irrefutable. Y yo lo vadeé en la añoranza de cierta tibieza. Pero -y para que fuera menos helada la soledad- también desempolvé mis guantes y mi viejo gorro gris.

19 de junio de 2007

JUGUEMOS

Las reglas del juego:




1. Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo


2. Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.


3. Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog.


4. Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario - que han sido seleccionadas para este juego - y leer tu blog.





En cuanto Fabricio y Fabro me acercaron sus "amables" invitaciones para participar en esta “cadena de intimidades”, mi primer impulso fue declinarlas. ¿Por qué? Porque sentí que nada significativo podía agregar a lo dicho en este espacio -que bien podría titularse “Todo sobre mí”- en el transcurso del último año. Pero, como soy muy educado -además de un pelín exhibicionista-, me decidí a dejar de lado mis prejuicios, mis pudores (?) e intervenir. Y mis confesiones son:





1. Amo la literatura, tanto que, en épocas de misantropía, esta devoción me lleva a preferir un libro a cualquier persona.




2. (Relacionado con lo anterior) Tengo serias dificultades para lidiar con la realidad. Tengo, asimismo, testigos que pueden dar fe de ello.




3. (Vinculado con los dos puntos anteriores) Adoro a mis amigos, que a su vez aman lo libros, y que a lo largo de los años han puesto en práctica su generosidad al crear una realidad paralela en la que puedo cómodamente insertarme; realidad hecha de humor, palabras y mucho, mucho afecto.




4. Aunque no ignoro lo dañino que es, amo el cigarrillo, pues ha acompañado –cuando no propiciado- algunas de las conversaciones más intensas y hermosas que he tendido en la vida. Además claro, de haberme obsequiado, allá lejos y hace tiempo, a mi amiga Lorena.




5. Fruto de una adolescencia acaso demasiado seria, he conservado un desprecio violento hacia la frivolidad. Sin embargo, los años me han enseñado que simplemente no es posible “ser sublime sin interrupciones” y que, de tanto en tanto, es necesario, imprescindible, relajarse y gozar. Pero esto aún es sólo un aprendizaje.




6. Detesto esos instantes en los que mi comportamiento evidencia lo oxidado que se encuentra mi sentido del humor. Por suerte hasta ahora son sólo momentos.




(La séptima y la octava se las debo pues en este momento no se me ocurren.)




Y así, entre estos amores, estos desprecios y algunas pastillas va mi vida. ¿Adónde? Sin respuesta.




Y ahora el momento espinoso de todo este asunto… los encargados de continuar esta cadena son: quebrantapájaros, anto, fragaria, Fabricio, fabro, Paula, Luisgui y Alejandro.




Nota:
Querida Paula: Sé muy bien que no es ud la feliz poseedora de un blog (¿por qué? Es una picardía que sólo limite sus participaciones a comentar), y aún a riesgo de contrariar las reglas de este juego y que el Dios de estas cosas de Internet me castigue, la invito a que deje en este espacio sus confesiones. Ud sabe, por mis comments en otro blog, que me “deliro y me desplumo” por bio y autobiografías, diarios, memorias, confesiones, etc. (Aquí está la séptima confesión) Obviamente, no iba a perderme la oportunidad de practicar mi inofensivo vicio con ud. .

8 de junio de 2007

BAGATELAS II: Lo fugaz

Unas palabras dichas y unos besos dados una noche brillante de sudor. Debió quedar en eso.




El añadido inútil: la curiosidad de mis uñas astillada contra la coraza de su silencio -nunca supe de la música que acompañaba sus días, ni qué secretos le susurraban sus piedras, ni a qué juegos jugó su infancia en las márgenes de cierto río-.




Es que tal vez sus ojos vieron claro que sólo eso debía ser: unas palabras, unos besos y el calor de la noche de verano.

30 de mayo de 2007

Pero hoy las musas han pasao de mí


se habrán ido con el Nano.


Sabina






Quieto, frente al teclado acecho el arribo de las palabras (ah, tan dulce sería que se acercaran, me rozaran); tan quieto que se diría evito cualquier movimiento que pudiera amedrentarlas. Sin embargo, nada sucede.




Entonces, tímidamente comienzo a mover los dedos. Mas como las palabras hoy me esquivan, resbalan, no atrapo ninguna. Y esta deserción “palabreril” no deja de ser una afrenta a mi modestia a la que unas poquitas saciaban; esas, las que te convocaran, las que sólo para mí dibujaran tu rostro.




Pero ya lo dije, las palabras están hostiles, inmunes a mis encantos. ¿Será que han sucumbido a seductor más avezado y habitan ya, más cómoda morada? (www.quebrantapajaros2.blogspot.com)




Y mis fantasías textuales, se deslíen en la impotencia de este escribir sobre la imposibilidad de hacerlo.

23 de mayo de 2007

Si aun en lo negro prestara oídos al susurro de la vida, si no olvidara tan a menudo que tiene siempre algo que decir, y lo dice, en el bullicio que cada primavera hospeda mi jardín; en la negativa de esos obreros a regalar el sudor de sus cuerpos; en las historias que flotan junto al vapor perfumado en las cocinas; en los niños nacidos incluso en la sordera a la imposibilidad de prolongar sus vidas.




Si eso hiciera, si todo yo fuera un escuchante, sospecho, me aproximaría a una más pura forma de humanidad, esa que, oculta, siento latir en mí.

15 de mayo de 2007

TRIBULACIONES DE UN LECTOR

Todo el día he leído. Parte de la mañana se escurrió mientras husmeaba los restos del naufragio de un amor, restos hechos de palabras, las de ella. Ella que deambula por los cuartos buscando al ausente, diciéndole “querido”. En tanto que el bochorno de la siesta me sorprendió oyendo las voces de una mujer y un hombre, franceses, dedicados en cuerpo, pluma y alma a batallar contra los desquicios del poder. En estas horas Idea, Simone y Jean Paul, que de ellos se trata, sus vidas, sus desprecios, sus recuerdos han sido para mí más nítidos que los muebles de mi casa.




Mi desdicha entonces, la de un lector (¿la de todos?), estalla muy entrada la tarde al salir a la calle y encontrarme con eso que llaman “realidad” que para mortificarme adopta rostros diversos, encaramados todos a sus pedestales de tontería y vulgaridad.




Y quisiera que esas situaciones no me alcanzaran tan desprevenido, que la literatura fuera el paraguas para capear las tormentas que el mundo desploma sobre mí.

25 de abril de 2007

Esta vida vale lo mismo que otra.


Simone de Beauvoir.




Desatento a las indicaciones del almanaque que estrenó ya otoño, el sol calcina la tierra. Como en otras ocasiones, dos amigos trajinan las calles del pueblo. La diferencia es que hoy, después de largo tiempo, lo hacen solos -los niños, los de ella, han quedado en casa al cuidado del padre-. Como antes, fuman. Y mientras caminan y fuman, enumeran sus fracasos: autos, viajes, billetes -invariablemente ajenos-; también sus pérdidas: belleza, ganas, juventud. Si no fuera por el modo en que estas cosas son dichas, pasarían por dos perdedores. Pero el humor inflama las velas, se cuela entre sus palabras y las carcajadas espantan la amargura. Y sí, erigieron sus vidas -material y espiritualmente- en los suburbios del mundo; y aunque de tanto en tanto no puedan esquivar los dardos del desaliento, se saben marginales, polizones casi, y lo disfrutan; saben además que, pena más pena menos, conservan intactas las ganas de reír. De todo: de ellos, de las asperezas de su oficio, de los amantes que se evaporan antes de llegar, del miedo a la vejez y la muerte. Y esto, porque también saben -de una forma oscura, pero lo saben- que pese a todo se tienen.

26 de marzo de 2007

Escribo: "el niño ha caminado hasta aquí". Sin embargo, en cuanto lo leo, percibo en el aire el tufillo del error. No, no se trataría de un caminante sino más bien de un náufrago, alguien arrastrado por las mareas de la vida, llegado a este punto sin intervención de su voluntad. Y él, silencioso, diríase un bosque apacible, sin signos que revelen la presencia de las bestias que lo habitan, bestias seducidas, apaciguadas por la música de los libros. Mas el niño sabe que un peligro acecha: no es eterno el encantamiento de las palabras.

14 de marzo de 2007

La buena gente sabe dónde está la felicidad


Juana Bignozzi







Los domingos en un pueblo abrazado por viñas, ido el sol, la gente pasea. Da lo mismo si a pie o en auto; el caso es que lo hace, al no tener por horizonte horario alguno, lentamente. Ese andar demorado deja constancia de que en pobres alacenas yace el sustento. Aunque también, podría leerse como el insulto de los obreros a la urgencia del amo de que nunca nada se detenga, ya que es en esta velocidad donde radica la clave del ensanchamiento de sus arcas, las del patrón, hasta lo imposible, lo escandaloso de ignorar sus dimensiones y no saber ya qué hacer con ese oro.




Pero la gente el domingo abandona el juego, y al caer la tarde, en un pueblo, derrocha su tiempo en la pura felicidad de un paseo.

2 de marzo de 2007

VERSIONES

Patética



Y luego, a tu cara en mi memoria, hurtáronmela malvados los días.




Despechada



Y después (a dios gracias), a tu cara en mi memoria, se la devoraron los días.

16 de febrero de 2007

Lo que no pasó


se entromete, tanto


es lo que no pasó


Olga Broumas







Si lo hubieras querido…




Si hubieras, por un instante, bajado esas defensas quizás forjadas en el yunque ingrato de la decepción; si la decencia de los señores del gobierno no hubiera decretado la muerte prematura de la noche; si hubieran tus ojos leído algo de la fascinación impresa en los míos.




Yo, gustoso, habría sido el que ofrenda el cadáver de su soledad; el esclavo que aun sin ganas celebra las ocurrencias del amo; la voz que al amanecer espanta el miedo, convoca el sueño




Si sólo lo hubieras querido.

2 de febrero de 2007

La imagen de un hombre viejo escribiendo frente a una ventana le sale al paso. En ella, intuye, se cifra todo el horror del futuro: un final tejido de ausencias. También, el alcance de niños en una casa: sin esas voces que llegan desde el patio, el mundo se vacía, deviene en eso: un viejo solo, frente a una ventana, escribiendo.

21 de enero de 2007

MIRADAS

No hay nostalgia peor
que añorar lo que nunca jamás sucedió



J. Sabina





I


Pasados los años me mira y su mirada, como antes, me intimida.
Una escena ocupa de pronto mi memoria. Es en un bar. Sentado a una mesa vecina hay alguien a quien al principio no percibo. Luego, sí, y lo hago porque me observa. La sensación es, diría, de una dulce extrañeza. Un amigo pregunta si conozco a esa persona. Respondo no, no la conozco. Ah, porque te mira, dice. Fin de la escena.


Si ocurrió una vez o se repitió, eso no lo recuerdo, aunque prefiero creer que lo que ha subsistido es una síntesis. Sospecho además, que si mi mente ha preservado este espacio es porque en él me siento halagado, satisfecho. Pero entonces la duda prospera y ya no estoy tan seguro de que fuera deseo lo inscripto en esas pupilas.


Y mortifica ignorar el sentido de aquella y de esta miradas.




II


Sus ojos, una eternidad perdidos, recuperados esta noche; sus ojos, arrojados contra mi vida, hablando de días que de tan antiguos creía olvidados, días en los que nada floreció, en los que las palabras no fueron proferidas.


…Y la violencia de encontrar en el mundo, de que en el mundo exista algo, sus ojos, que encarna mi miedo, mi desidia, mi torpeza.

16 de enero de 2007

EL REINO DEL AMOR

Es domingo, domingo a la siesta. Y como es domingo a la siesta y tenemos resaca y no hay en la casa niños de los que ocuparse, nos echamos sobre un sillón frente al televisor a ver una comedia romántica, que para más datos, dieron ya unas 352 veces otras siestas dominicales. Y aunque las odiemos, por obvias y descafeinadas, no tocamos el control remoto, pues nuestro plan b, el superclásico, resulta aún menos estimulante.






¡Ay, de las comedias románticas! Una trampa en la que, de tanto en tanto, caemos, para que una vez allí su veneno nos sea inoculado; veneno hecho de la más vil de las sustancias: el sentimentalismo.






Comedias del tipo Alguien como tú, en la que Greg Keneear luego de decirle a la protagonista (Ashley Jude) que la ama (¡¿había necesidad?!), y sin mediar explicación alguna, la abandona. Y nosotros ahí, quietitos, mientras tomamos algo que apacigüe nuestro fuego estomacal y nos juramos no volver a ceder a las tentaciones de Baco, compadecemos a la pobre chica que tuvo la candidez de caer en las sutiles redes verbales de un cuarentón rubio y de ojos azules. Ni por un instante supongan que hay en el horizonte reflexión alguna del tipo: “si la monogamia es absurda, lo más sensato sería que nos educaran en la fe de la monogamia sucesiva” (hoy te amo a vos, mañana, quién sabe) pues en este género, a fuerza de golpes bajos, sólo experimentamos emociones primarias. A saber:






a. ira hacia el adúltero (¿cómo es posible que Dennis Quaid en Something to Talk About engañe a Julia “dientes como perlas” Roberts, con una rubia de lo más desabrida?);






b. desprecio hacia el tonto (¿puede alguien en su sano juicio correr tras Cameron Díaz, dejando abandonadita a la sublime Julia? Película: La boda de mi mejor amigo. Tonto: Dermont Mulroney)






c. y siempre y en todo momento, la más absoluta identificación con el / la sufriente. En estos casos, la pobre Julia que, a la vista está, ha nacido pa sufrir.






Y en sintonía con nuestro estado de ánimo, que no suele ser el mejor (ya lo dije, es domingo, anoche salimos y seguro las cosas no fueron bien, pues ya se sabe lo duro que está el mercado), atendemos a esta o aquella escena, preferentemente las patéticas, tanto que, en ocasiones ni siquiera reparamos en el “happy end” que tuvo la historia (es una comedia romántica, ergo, debió tenerlo). Pero los domingos a la siesta, ni matrimonios recompuestos, ni limusinas con sonrientes parejas camino del altar calan en nosotros, sumidos como estamos en este sentimiento de domingo, que cada domingo nos asalta.

12 de enero de 2007

Este pequeño post podría titularse "De cuando un primate intentó modificar su blog y lo cagó" o "Quién me mandó, si no sé nada de nada" En fin, que mi último post, el anterior, desapareció (perdón Adrián, tu comment se fue con él) y los más más anteriores aparecen con cambios indeseados. En fin, prometo solucionar en breve. Lo que sí, esta plantilla, la que generó todo este caos, es más linda que la vieja (En realidad, no lo sé, pero me lo digo para conformarme)