Antes de comenzar con las labores culinarias propiamente dichas, encienda la radio y escuche a su proveedor de combustible espiritual.
Una vez que se sienta en armonía consigo “mismo” y con el universo, tome un claudiomaríadomínguez y condiméntelo con especias orientales Sai Baba.
Luego, introdúzcalo en su luminosa olla Osho.
A continuación, agregue un caldo carismático.Una vez hecho esto, coloque la
preparación a fuego moderado (mejor evitar las llamas muy intensas, esas que
puedan recordarle al… innombrable. JesúsMaríayJosé). En este punto, y para
anticipar si el resultado será o no satisfactorio, es imprescindible que Ud. no
meta su sucia cuchara médica-sociológica-física-literaria-psicoanalítica en el asunto. Lo adecuado es consultar el muy
sabio e infalible tarot egipcio.
¿El tiempo de la preparación?
Exactamente el que Ud. demora en realizar su diaria lectura de la Kabala.
El siguiente paso consiste en retirar
el preparado del fuego y rociarlo con unas gotitas de aceto Chopra mientras,
como un mantra, repite: “San Benito, San Benito, que este plato me salga
bonito”.
Finalmente, sirva en una fuente
preciosamente decorada con la imagen del licenciado Stamateas. ¿No tiene una? Cómprela.
Si el pastor brasileño de “Pare de
sufrir” dice en la tele que dios es generoso, pues debe serlo y, entonces, de
seguro recompensará su sacrificio con abundantes bendiciones.
Por supuesto, antes de entrarle al
diente, como persona bien criada que es, agradezca los alimentos y ore por
aquellos que no tienen nada en su mesa.
Nota: le aseguro que, si pasa por alto
algunas –mínimas- contradicciones (libre
albedrío vs. destino, reencarnación vs. vida eterna, etc., etc.), tendrá frente
a Ud. un exquisito plato. Y si no es así (¡le prohíbo abandonar su eje, antes
muerto que desequilibrado!), no es suya la culpa: la mala comida es su Karma.