De un cuerpo dormido ahora
en una cama que no conozco
de ese cuerpo que me tira
más que dos yuntas de bueyes
vienen las miradas, los sonidos
que decoran y coronan
el más precioso momento de la
semana
un cuerpo necesitado
y al que sin embargo no imagino
en la tibieza cómoda de una
nuestra casa
con perros o niños o plantas
un cuerpo que tuvo oscuros
presagios
visitas a mundos antiguos
el rigor de los maestros de canto
una juventud subida a la velocidad
de dos ruedas
pero que mis pupilas hambrientas
reducen a carne
carne para mi boca y mis manos
carne sabrosa, cruda
que además del sexo
me excita el deseo de leer
un poema donde se la celebre.
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