17 de junio de 2010



Junto a la puerta abierta
en una oscuridad casi total
una oscuridad a mí debida
a mí que apagué las luces
alimenté el momento, he oído llover.
No es, por cierto, acontecimiento
digno de mayúsculas. Y sin embargo
es. Es el cielo desbordado
acatando sus deseos
el cielo que aumentó mi pequeñez
o disminuyó mi ego, según se mire.
Aun así, sentí la alegría
de quien nada tiene que lamentar
de quien tiene solo el asombro del agua que cae
idéntico al de otros hombres de otras Edades
yo mismo un hombre de otra Edad
si no fuera por el techo
si no fuera por la luz
nuevamente encendida
para anotar estas palabras
que se sueñan parte de un poema.

4 comentarios:

Proyecto Maria Castaña dijo...

En "otras edades", amigo, te hubieras calado de frío hasta el tuétano y contraído una pulmonía. Tirado en tu cueva, gritarías en un idioma rudimentario y gutural a la hembra de tu madre una caldo de colmillo de mamut para calmar el ardor de tu garganta.

Más allá de este delirio "picapiedra", me gustaron las imágenes, soy fan de ver llover -al resguardo de las ventanas de mi casa, obvio- y también siento el tonto placer de ver caer agua como si fuera un prodigio nunca visto.

Ha sido un placer, poeta.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: también el propio Borges hablaba de un asombro antiguo al ver el fuego. Evidentemente, los elementos despiertan en los humanos una imantación inexplicable.

También pienso que la lluvia tiene esa rareza de venir de un lugar que no podemos habitar: los cielos (sin metáforas bíblicas).

Por otro lado me gusta pensar que cuando llueve de noche, no todo el mundo se entera. Por eso la lluvia sería como un secreto entre los noctámbulos. Un secreto que deja huellas al sol de la mañana.

El remate del poema es hermoso. Metapoesía, pero a partir de la experiencia cotidiana.

sergio dijo...

Paula: gracias por el humor de su comentario. Pero no exagere. Digamos que un cavernícola en su cueva no lo pasaría tan mal con la lluvia como hoy un mortal sin paraguas en la calle o un pobre en una casilla de lata. O sea, los efectos negativos de la lluvia se sostienen. Pero, por suerte, también los positivos, los benéficos: agua para las plantas y los animales, emoción para los que se detienen a contemplarla. Ese es el caso de mi yo lírico que, parece, goza de este tipo de experiencias porque sí y para escribir poemas. Jajaja. Cada uno hace lo que puede.

sergio dijo...

Hernán:
gracias por el comentario.
Es cierto frente a los elementos uno experimenta ciertas cosas medio inexplicables.
Me pasa, además de con la lluvia, con las piedras (la tierra es un elemento, verdad?) pienso, cuántas cosas habrás visto piedrita (sí, las personifico y les hablo) gentes, bichos, catástrofes, todo lo que puede verse en este planeta ella pudo verlo (al menos tuvo el tiempo para)
Y sí, a menudo me sucede eso de que algo se transforma en un impulso para sentarme a escribir. Y entonces, aparecen los metapoemas.