9 de octubre de 2007

MI VIDA COMO ESCRITOR

Di mis primeros pasos como escritor, al igual que los otros, de la mano de mi madre, quien, creo, no soportó la cantinela de mis cuatro años y me enseñó algunas palabras. Confieso, sin embargo, que ningún afán de conocimiento me impulsaba sino los más pedestres –y humanos- celos de que mi hermano, que ya iba a la escuela, escribiera. Y si él podía ¿cómo no iba a hacerlo yo? O sea que, a un sentimiento más bien reprobable, debo mi ingreso en la patria de las letras.

Ya en la primaria, según lo poco que recuerdo, mis experiencias más frecuentes de escritura fueron las “redacciones” de “tema: libre” (libres, asimismo, de instrucciones respecto de lo que los aprendices debíamos realizar), que imprimieron en mí la idea de que escribir era una operación ejecutada en los suburbios del verdadero estudio, anexa al cansancio de la “señorita”, cuando no a su urgencia por dar cumplimiento a ciertas burocracias propias de su función –pasar notas, por ejemplo-, y cuya corrección se centraba casi invariablemente en los aspectos ortográficos, aunque también, de tanto en tanto, en lo imaginativo de la composición, que se aplaudía con un “muy original tu cuentito”. (¡Dios, qué larga me quedó esta oración!!! Pero se entiende. Punto. Aparte). En cuanto a las restantes producciones –una parva de dictados de palabras o de textos disciplinares-, discurrían de un modo más bien mecánico. Este apartado podría abultarse además con los trabajos del tipo “lean de tal página a tal otra del manual, y luego respondan el cuestionario”. Y a eso nos abocábamos: a copiar.

No muy distintas fueron mis prácticas en la secundaria. Es más, si no mediara la noción de “volumen” -ya se sabe: una asignatura, un libro-, diría que se trató de un calco de las del nivel anterior. Podría, no obstante, señalar una excepción: en el último año algunos profesores implementaron la toma de apuntes (“para que vayan acostumbrándose a lo que les espera en la universidad”, dijeron), eso sí, sin proporcionarnos una sola directiva de cómo hacerlo, lo que convirtió sus clases en mini sesiones de tortura, de las que asomábamos con las manos acalambradas y con la vaga sensación de que el futuro nos reservaba horas difíciles.

A la vista está que mis experiencias como escritor en los medios escolares no podrían calificarse de variadas ni interesantes. Lo más lamentable del asunto es que, sospecho, no se apartan de las de muchos argentinos de mi generación. Sin embargo hay, a mi juicio, un aspecto más problemático: que en una escuela primaria de pueblo o en una secundaria con orientación en comercio no se escribiera demasiado, vaya y pase; pero que en una facultad de humanidades, más específicamente en su carrera de Letras, la escritura fuera accidental, es serio, preocupante. Y es que en los años de cursado, si bien escribí -apuntes, resúmenes, informes, exámenes, dos o tres monografías-, lo hice guiado más por mi instinto –y, nobleza obliga, la rapiña estílística y conceptual-, que por mis profesoras, quienes dieron por sentado que sabía hacerlo.

En simultáneo, y al margen de la educación formal, mi escritura ha transitado tres etapas: la primera, decididamente “catártica” (poemas y diarios íntimos, que mucho no se diferenciaban, pues mis versos tenían la misma musicalidad que mi prosa: ninguna). La segunda, como instrumento de autoexploración o “narcisismo gráfico”, iniciada después de un larga temporada de inactividad (el contacto con las grandes obras de la literatura obró en mí una suerte de “mudez escrita”), me fue sugerida por mi analista. Finalmente, la tercera, extensión de la anterior –sujeto a indagar: el lenguaje-, surgió de la convicción de que sólo podía enseñar aquello con lo que estuviera familiarizado, y como no era el caso (había percibido que en mis clases, por inseguridad, demoraba el inicio de las prácticas de producción), decidí revertir la situación. ¿Cómo? En principio, leyendo textos sobre didáctica de la escritura que, aunque provechosos, se revelaron insuficientes; lo que me devolvió a mi intuición original –o de mi amigo Hernán, ya no lo sé- : “podré enseñar a escribir en tanto y en cuanto sepa hacerlo”.

Y en esas estoy. A modo de entrenamiento garabateo todo lo que puedo: posts para este blog, mensajes de texto, globales, mails, actos escolares, “conversaciones” en el chat, agendas, notas para la facultad, diarios… En fin, “socorros” en mi lucha cotidiana contra la porosidad de la memoria. Pero, también lo hago porque “escribir es”, al decir de Angélica Gorodischer –y adhiero-, “una de las formas de la felicidad”.

Y ustedes, queridos bloggeros ¿cuándo, dónde y de la mano de quién comenzaron a escribir? Y más importante aun ¿por qué continúan haciéndolo hoy, a una edad en que la infancia no es más que una foto en sepia?

13 comentarios:

Fragaria Vesca dijo...

Yo fui más vaga que precoz: le dictaba a mi vieja las ocurrencias que necesitaba expresar para que ella las escribiera. Fui también obediente: aprendí a escribir recién en primer grado... Aún hoy no he terminado con todas las Letras ;)
Qué bello lo que cuenta.
"Muy lindo post, Sergito. Sigue así" :p

Anónimo dijo...

Sergio, otro desafío para pensar con lápiz en mano...
Espera mi respuesta catártica en un par de días.

Ah, te quería pasar un mensaje almodovariano... el 3/11 en el cine universidad proyectan "Laberinto de Pasiones", buena oportunidad para verla en grande.

Un beso, Paula.

sergio dijo...

Fragaria:

Atribuya su pereza no sólo a una madre diligente sino también a la ausencia de un hermano mayor, que como el mío (Mauricio)era la luz de los ojos de la maestra.... (fue mejor alumno desde el jardín hasta... quinto año de la secundaria) y la admiración de mis padres... En ese caso cualquiera, incluso alguien tan limitadito como yo, se esmera por aprender (y después dicen que los malos sentimientos -envidia, por caso- no son productivos).

Alégrame profundamente que le guste lo que cuento.

sergio dijo...

Pau:

Estaré atento a su vida como escritora. Seguro ud, que pasó -y terminó- por la carrera de comunicación, tiene datos jugosos que aportar.

3/11 Laberinto de pasiones? Si puedo allí estaré. Aunque es probablemente la peli de Almodóvar que menos me gusta, no estaría mal verla en grande y encontrarse con un Chechu Roth veinteañera.

Anónimo dijo...

Sobre los datos jugosos... temo desilucionarte,nada por ahora. En honor a la verdad, el sábado me senté un rato con mi libreta y mi lapicera para escribir mi "autobiografía escritora" y cuando estaba a punto de escribirla, me sinceré: no he escrito NADA de lo que pueda sentirme satisfecha. Todo lo que he bosquejado pertenece al género "misceláneas", infinitas y aburridas líneas autorreferenciales. Dos diarios en la adolescencia, otro en la computadora más cercano en el tiempo. Basura sentimental que no resiste una segunda lectura.
En las escuelas escribo "de taquito" cualquier tipo de acto. En algún momento pensé junto a una amiga crear un sitio para brindar este material a otros docentes.
A nivel académico la cuestión mejora. Mi seminario de licenciatura es bastante aceptable como ensayo. Adolece en lo metodológico, necesita más soporte bibliográfico, las notas al pie no están bien hechas... en fin, algo que hoy no me pasaría. Mi director de seminario me "halagó" diciéndome que mi trabajo era el producto de una persona con delirium tremens. Conociendo su inclinación por la ironía, entendí que le había gustado.
En el terciario, más ducha en los tecnicismos que requieren estos escritos, he realizado buenas investigaciones. Hace poco hice un trabajo sobre Polifemo muy completo, largamente elogiado por las personas adecuadas, es decir, las que ponen la nota.
Sobre la NADA literaria que he intentado plasmar, tengo una decena de cuentos incompletos de corte realista y los primeros versos de poesías que pintaban zafadas y se quedaban ahí... "desazón del sexo no saciado" ¿cómo la seguirías continuándola con la aliteración? Y, a mí no se me ocurre. De todos modos, buenos poetas, no se preocupen, si a algo me dedico va a ser a la prosa.
Hasta ahora tengo algunas sensaciones que me indican que tarde o temprano voy a escribir "en serio". Tengo ganas, participar en estos espacios me sirve. Quizás un paso fundamental sería crear mi propio espacio... Vamos a ver.

sergio dijo...

Paula:

¿Basura sentimental que no resiste una segunda lectura? Dudo. La “basura sentimental” admite todas las lecturas –es tan apasionante ver lo patéticos que podemos llegar a ser!- y especialmente, las “intervenciones –María Moreno dixit- o reescrituras posteriores.

Si los actos te salen de taquito, ya te pediré algunas glosas, porque la verdad, y con lo que me gusta escribir, son un padecimiento.

Los textos académicos, llega un día en que uno los escribe con más soltura, nunca con más gracia, pues si hay algo de lo que esos escritos carecen es, precisamente, de gracia.
-Ejemplo: este post es una “intervención” sobre un texto redactado para didáctica-.

¿Diez cuentos? Yo nunca, pero nunca, en mis intentos narrativos he podido ir más allá de la segunda línea. Sí, soy demasiado egocéntrico.

¿Desazón del sexo no saciado? Es un verso que bien podría adjudicársele a cualquier poeta de los modernos, de esos que abusan, maravillosamente en algunos casos -Bárbara Belloc- , de la aliteración.

Ojalá que tu idea de escribir en serio no se la de escribir en “serie”. Yo tengo la impresión de que se escribe porque no hay otro modo –no lo hay- de estar en el mundo.

Finalmente, en cuanto a tu espacio virtual, lo esperamos (yo lo espero).

Besos.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio, el escriba:

luego de imprimirlo, leerlo tranqui en casa, mensajearme con Ud. y después charlarlo "face to face" con el autor (pobre sustitución del Ud., pa' no ser reiterativo), me quedé sequito, sequito para comentarle algo interesante y nuevo.

Mi historia es muy parecida a la suya (fuimos a la misma Facultad y al mismo tiempo), sin embargo no me he analizado. Y la gran diferencia es que a mí esa casa de "altos estudios" no me enmudeció, sino todo lo contrario. Me volví un contestatario de ese silencio impuesto con sordina: con revistas mal abrochadas, furiosas prosas poéticas con renquera y una violencia decarnada en el decir propio de los veinte años.

Me acuerdo, aún, cuando le fui a pedir unos textos a Ud., y Ud. (sí, lo repito) me dijo que después de leer a Sartre le daba vergüenza escribir. Me encanta que, luego de los 30, se haya vuelto un desvergonzado.

Qué bueno seguir escribiendo para un futuro incierto y no para la posteridad.

Pd: Yo también espero el blog de Paula con mucha iluSión.

Luis Guillermo Franquiz dijo...

Queridísimo... En buen aprieto me has colocado. He tropezado con algunas ideas, ciertas imágenes, viejas sensaciones... Necesito sentarme con calma y ordenar mis ideas. Te debo eso, al menos.

Por cierto, no hacen falta las precauciones escritas cuando los novios brillan por su ausencia. Apenas consiga uno, te lo dejo saber; mientras tanto, continuemos con nuestro "flirteo virtual".
Mi respuesta se está cocinando...

Anónimo dijo...

No sé cuál fue el motivo de mi HERROR ortográfico... pienso, Hernán, que te vengás de antiguas correcciones... lo aceptó.

Sergio, insistó en que todo lo autorreferencial que tengo es "basura sentimental". El otro día encontré otros versitos zarpados, llegaron a dos: "El sol se masturba en la montaña/ cabalga su tristeza de patriarca solitario". Desafío a que alguien me lo termine de alguna manera.
Paula

Unknown dijo...

Paula: en cuanto a "correcciones" debo decirte que te llevo la delantera en "pescarte" (como los superclásicos de Boca a las gallinas). Pero sabemos que los errores en internet no tienen dueño (como los pedos de sueño). Eso sí, ¿las tildes en "acepto" e "insisto" son a propósito? O es una manera de jugar ambiguamente con la tercera y la primera persona. Te beso y nos reímos el sábado juntos (que es el último, buaaah!)

sergio dijo...

Luisgui querido: espero con todas las ansias su historial como escritor.

En cuanto a lo otro, tampoco importaría mucho ¿no le parece? Quién se va a tomar el trabajo de venir desde el Caribe hasta la Argentina por un "flirteo virtual"

sergio dijo...

Paula:

Yo adoro lo que otros consideran basura autoreferencial. En el último "Ver para leer" se ocuparon de Diarios íntimos (lo escribo con mayúsculas porque así los he leído) y, a qué negarlo, me babeé. A morir.

Anónimo dijo...

Qué tristeza cuando uno habla de errores y los comete sistemáticamente en dos líneas... ¡Dios, tengo que dejar las sopas instantáneas! Algún químico me está afectando las matrices gramaticales.